miércoles, septiembre 28, 2005

MIRTHAYÚ, EL SUEÑO DE MATAMBO O EL BUSTO DE LA REINA

Hace muchísimos años que el Cacique Tairón, vecino de los Michúes, ofrecía un sacrificio cuando de repente apareció una nube que esparcía rayos de mil colores. Entre más se acercaba, era más fácil distinguir que en su seno iba una mujer muy hermosa. Tairón y su tribu cayeron de rodillas, lanzando exclamaciones y gritos de alegría, pues creyeron que llegaba a ellos el dios a quien le estaban ofreciendo un sacrificio. La dicha aumentó cuando la deslumbrante dama le entregó a Tairón y a su tribu una tierna niña y las instrucciones precisas para criarla y forjar su futuro. Los Taironas dedicaron toda su atención y esmero a la crianza de esta hermosa criatura y por nombre le pusieron Mirthayú, y la eligieron como su única reina.

Mirthayú se convirtió en la adoración de los Michúes por su belleza, personalidad y el amor que manifestaba hacia su tribu. Pero cierto día llegó un gigante llamado Matambo, que se encargó de sembrar el terror en la tribu de los Taironas, quienes recurrieron presurosos a su reina y le suplicaron que interviniera ante el inminente peligro. Mirthayú se enfrento al gigante y éste al verla quedo hipnotizado por su belleza. Entonces, inclinó reverente su cabeza ante la reina y le pidió disculpas por el atropello que estaba cometiendo contra los suyos. Así todo volvió a quedar en paz armonía.

Entre Mirthayú y Matambo nació una amistad que después se convirtió en amor. Juntos resolvieron viajar al macizo colombiano, guiados por el hilo brillante formado por las aguas del rió Guacacallo (Magdalena), hasta llegar a su nacimiento. Al regresar, el gigante tuvo que enfrentarse la tribu de los valientes Michúes, quienes se opusieron a que Matambo cruzara por sus predios.

Para evitar que algo le pasara a su amada, Matambo le pidió que se alejara hacia los cerros del oriente para que desde allá se observara su triunfo o su derrota. Sin embargo, desde lejos, Mirthayú vio como miles de Michúes atacaban a su amado. La pelea terminó cuando el gigante cayó estruendosamente al suelo. Mirthayú desesperada intentó prestarle ayuda y le pidió apoyo a su jefe Tairón, pero todo fue en vano. La reina recurrió a los hechiceros para que le devolvieran la vida a su amado, pero ellos nada pudieron hacer. Recorrió los senderos en busca de auxilio y arrancó su rubia cabellera, el viento se la arrebató de las manos y la esparció por la zona cercana dando origen a los farallones y altares que hoy se observan al llegar al municipio de Gigante, en el Huila.

Mirthayú desfalleciente y de rodillas pidió protección a Tairón y a sus dioses, y cuando menos lo esperaba se aproximó una nube de colores de la que descendió su madre. Ésta la tomó entre sus brazos, enjugó sus lágrimas y la acompañó en su llanto. Pero Mirthayú se desplomó sobre el suelo y murió. Torturada por los efectos del verdadero amor, prefirió el dolor de la muerte por la pérdida de Matambo.

La reina pronto entregó su alma al creador del universo. La cabeza de Mithayú quedó hacia el oriente, los pies sobre el río Guacacallo, la mirada prolongada al infinito y los senos desnudos y desafiantes, como dos pirámides enfrentadas al sol. Hoy, después de muchos años, Mirthayú y Matambo están convertidos en dos enormes rocas encantadas, visibles desde la carretera central del Huila. Ella con sus atractivos "senos de reina" y él con la perfección de su perfil, ambos mirando hacia el cielo.

Si, soy huilense!!!

1 comentario:

Anónimo dijo...

q chimba encontrar las historias de la tierra tan linda q siempre nos espera... exitos y q chimba ser del HUILA